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La infidelidad en el amor simboliza una rotura profunda del pacto y la fe compartida entre dos individuos. Este hecho, que puede expresarse a través de actos físicos o vínculos emocionales, desata una serie de reacciones emocionales. En el que comete la traición, emergen emociones como el remordimiento, la humillación y hasta una introspección acerca de sus razones y principios. En el afectado, los sentimientos fluctúan entre el repudio, la sospecha, el dolor y, en numerosas ocasiones, el enojo. Uno de los desafíos más grandes tras una infidelidad es el empeño necesario para restaurar la fe quebrantada. Dicha restauración es un proceso que demanda tiempo, tolerancia, honestidad y profunda comunicación. Sin embargo, no todas las relaciones resisten la presión causada por esta fractura de confianza y pueden terminar, mientras que algunas, con dedicación y entendimiento recíproco, consiguen una forma de rejuvenecer y consolidarse.